Desde finales de los 90, el hongo quítrido
(Batrachochytrium dendrobatidis) ha producido el declive y la desaparición de
numerosas poblaciones de ranas a nivel mundial. Este hongo dulceacuícola originario
de Sudáfrica, parasita la piel de los anfibios, produciendo una enfermedad
conocida como quitridiomicosis, que en la mayoría de los casos culmina con la
muerte del animal parasitado. El “asesino” de ranas –nombre célebre de este
hongo–es rápido y no tiene compasión; asfixian a sus víctimas bloqueando la
respiración cutánea –que en anfibios es muy importante–.
Es necesario
destacar que si bien en algunos lugares el hongo ha causado importantes daños,
en otros se ha visto que los anfibios infectados pueden vivir por años en la
naturaleza sin desarrollar síntomas de la enfermedad. Esta relación de
parasitismo está afectada por las condiciones ambientales. En el laboratorio,
el hongo quítrido crece mejor entre 17 y 25 ºC; temperaturas por encima de los
25 ºC pueden eliminar la infección. En la naturaleza, la prevalencia de la
infección en la población y las tasas de mortalidad del hospedador están
frecuentemente relacionadas con las condiciones ambientales del medio; las
tasas de infección son más altas durante los meses más fríos y en sitios
elevados. Mayores temperaturas corporales, se traducen en menor susceptibilidad
al hongo.
Los anfibios son animales ectotermos, es decir,
animales que no tienen mecanismos propios para regular su temperatura corporal
y, por tanto, depende de la temperatura ambiental –nosotros somos endotermos,
mantenemos nuestra temperatura corporal independientemente de la temperatura
ambiental–. Aquellos anfibios que pasan más tiempo expuestos a temperaturas
ambientales altas, tienen temperaturas corporales más elevadas y, por tanto,
son menos vulnerables a la infección por el hongo quítrido.
Todo esto llevó a un grupo de científicos
australianos a preguntarse cómo afectaba
el historial térmico de cada individuo a la probabilidad de que se produjera la
infección. Para responder a esta pregunta se realizó un experimento que
examinaba la relación entre el estado de la infección y el comportamiento
térmico individual de tres especies de ranas de la selva australiana. Estas tres especies habían sido afectadas en
diferente medida por el hongo.
Las ranas fueron rastreadas en verano y en invierno
y se registró el estado de la infección y sus temperaturas corporales diurnas y
nocturnas cada 24 horas. Se llevó a cabo una captura inicial en la que se pesó
a las ranas y se tomó una muestra del hongo presente en la piel para determinar
el estado de la infección. Se les puso localizadores y fueron liberadas.
En los
resultados se vio que las probabilidades individuales de infección disminuyen
considerablemente cuanto mayor es el porcentaje de temperaturas corporales por
encima de 25ºC –temperatura por encima de la cual el crecimiento del hongo
disminuye– en las tres especies estudiadas. Esto parece ser consecuencia de los
efectos directos de las temperaturas altas sobre la tasa de reproducción del
hongo patógeno, aunque también podrían ser consecuencia de la respuesta del
sistema inmunitario de las ranas. Independientemente de cuál sea la explicación
correcta. Los resultados confirman, como se sospechaba, que el historial
térmico de las ranas afecta la probabilidad de infección por Batrachochytrium
dendrobatidis.
La infección podría producir cambios a largo
plazo en el comportamiento regulador de la temperatura en las ranas, haciendo
que estas pasaran más tiempo expuestas a altas temperaturas. Sin embargo,
también es posible que las ranas no regulen su temperatura por esta razón, sino
por alguna otra –como favorecer el crecimiento, la reproducción o la digestión–
y este comportamiento sería favorecido por la selección natural.
Sea cual sea la explicación correcta, este estudio
muestra que el historial térmico ambiental en la naturaleza aumenta la vulnerabilidad
a las enfermedades, y nos dota de una nueva herramienta en la lucha contra la quitridiomicosis.
Estefanía
Hurtado.
Fuente: Jodi.
J. L. Rowley & Ross A. Alford. Hot bodies protect amphibians against
chytrid infection in nature. Scientific Reports 3, Article number: 1515
doi:10.1038/srep01515; March 2013.
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