Jörg Zittlau en este curioso
libro nos cuenta de forma divertida algunas de las increíbles adaptaciones en
el reino animal, irónicas en su mayoría. A través de numerosos ejemplos nos
intenta transmitir una duda evidente, el porqué de la supervivencia de muchas
especies a pesar de sus defectos naturales. Y es que, verdaderamente, los
errores que hay en la naturaleza son perfectamente visibles, y cualquier
persona puede ver que muchas características son poco útiles en cuanto a
evolución se refiere.
La idea de evolución como
cambios adaptativos de las especies, surgió del gran conocido Charles Darwin.
Pero antes de esta nueva perspectiva, había otros pensamientos. Ejemplo de ello
era Leonardo da Vinci, el cual decía que “en
la naturaleza no existe el error; has de saber que el error está en ti”. La
idea fundamental de esto es que cualquier error que pensemos que hay en la
naturaleza no es más que debido a erráticos mecanismos de nuestro conocimiento,
la naturaleza en sí misma es perfecta. Este tipo de pensamientos se
desvanecieron al aparecer Darwin con su teoría evolutiva. Como ya todos
sabemos, Darwin planteaba que las especies animales y vegetales son
consecuencia de un proceso de adaptación, en el que solamente sobrevive el más
apto, que les asegura a los seres vivos la supervivencia en un mundo siempre
cambiante. Sin embargo, lo que Zittlau nos quiere dar a conocer en este libro
es que hay muchos animales, incluido el ser humano, que no parecen ser “aptos”
y perfectos en su totalidad, y que presentan una gran cantidad de errores
debido a su complejidad. Por lo tanto, aquellos que consiguen perdurar en el
tiempo no son siempre los mejores adaptados, sino también aquellos que no son
tan perfectos y que, como dice el autor, “sencillamente
lo dejan todo en manos de la suerte, como meros jugadores”.
Un caso concreto que nos muestra
Zittlau es el de la serpiente jarretera (Thamnophis
sirtalis). Ésta es absolutamente inofensiva y se encuentra sobre todo en
América del Norte. ¿Por qué es curioso este caso? Básicamente debido a una
preferencia culinaria que ha desarrollado por los tritones de California de la
familia Taricha. Estos producen un
veneno neurotóxico llamado tetrodotoxina. Y es precisamente este veneno el que
les encanta a estas serpientes. Para no morir tras su ingesta, la serpiente
jarretera ha desarrollado durante la evolución una cierta resistencia a este
veneno. Sin embargo, no es una resistencia completa, ya que les produce un
cambio en el comportamiento, se mueven infinitamente más despacio, como a
cámara lenta. Es entonces cuando nuestra querida serpiente se convierte en un
blanco fácil para cualquier ave hambrienta. Seguramente todos os estaréis
preguntando por qué la serpiente ha desarrollado esta habilidad si les supone
un peligro para su propia existencia. Los biólogos evolucionistas creen que es
debido a la nula competencia que tienen por ese alimento, se aseguran el
tenerlo siempre. No obstante, esta serpiente posee una amplia variedad de comida
en su dieta, por lo que nunca tendrá escasez de alimento. ¿Para qué entonces se
exponen a tal peligro? Estamos ante un misterio de la evolución como mucho
otros.
Como el caso de la serpiente
jarretera hay otros muchos. Otro ejemplo sería el de las focas daltónicas, que
da nombre al título del libro. Resulta muy difícil imaginar que un animal que
crece en el mar sea incapaz de percibir el color azul. Sin embargo, este es el
caso de las focas y de las ballenas; son daltónicas. Ni en ballenas ni en focas
ni en leones marinos se ha encontrado un receptor capaz de captar las
tonalidades del azul. Esto puede deberse a una adaptación evolutiva a la vida
en el agua, ya que ambos mamíferos provienen del medio terrestre. ¿Pero qué
ventaja supone esta pérdida? En el mar, a mayor profundidad el entorno se
vuelve más azul. Por lo que para estos animales, como dice el autor, “no poder ver el color azul en el agua es más
o menos tan razonable como ponerse unas gafas de sol en un oscuro bar situado
en un sótano”. Una vez más estamos ante un caso sin sentido, y de poca
utilidad para estos animales.
Por último, el autor destaca al
ser humano como la cima de todos los errores, desde el parto hasta su cerebro. Empezando
por el parto, el ser humano tiene dos dificultades. Una de ellas es el tamaño
de la cabeza, lo cual hace del parto una de las tareas más difíciles. Y la otra dificultad es la anatomía del canal
del parto femenino, que obliga al bebé a realizar giros debido a la estrechez
de éste. Y esta anatomía viene causada por la postura erguida del ser humano. Por
lo tanto, el parto no sería posible o sería muy arriesgado sin la ayuda de otra
persona, como lo son las comadronas. Desde un punto de vista anatómico, el ser
humano tiene muchos más errores aparte del parto. No tiene pelaje que lo
proteja, tampoco es demasiado rápido ni fuerte y sus crías tardan mucho tiempo
en ver la luz, y cuando lo hacen, son débiles y frágiles ya que no saben ni
andar ni hablar. Sin embargo, lo realmente extraordinario del ser humano es su
cerebro. Antiguamente se calificaba como un parásito que teníamos en el interior que crecía y crecía y que
al final comprendió que para poder vivir, el ser humano también debía hacerlo, por lo que se ha quedado en el tamaño actual. Esta reflexión tan extravagante es debida a la rapidez con la que el cerebro se
desarrolló en el tiempo a escala evolutiva. Me gustaría finalizar con la
reflexión con la que concluye el autor de que errar no es sólo humano, sino
también natural. Y este es el motivo por el que la naturaleza es como es, y el
motivo por el que sobreviven especies que a simple vista no deberían.
Estibaliz Olabarrieta López
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