jueves, 23 de mayo de 2013

Hablaba con las bestias, los peces, y los pájaros. "En anillo del Rey Salomón" de Konrad Lorenz

Ander E. Hernández Plágaro

            El Rey Salomón podía hablar con los animales gracias a su anillo mágico, pero el etólogo Konrad Lorenz lo hacía sin necesidad de usar ningún sortilegio. Conocía de tal manera el comportamiento animal que cuando un nuevo patito nacía en un casa era capaz de que le reconociera como su madre «hablándole» en su idioma, porque aunque no lo parezca, los animales son capaces de transmitir mensajes muy precisos, si bien limitados, con el sonido. Por ejemplo, las grajillas, unas aves negras de pequeño tamaño, emiten un sonido «Kiuu» que significa «vámonos a casa», de forma que cuando un grupo de grajillas está indeciso acerca de qué hacer y una de ellas canta con este tono, las demás la siguen hasta el hogar. Pero la cosa no acaba ahí, porque con cambios sutiles en el canto puede indicar que desea emprender el vuelo a un lugar cercano en el que se encuentre más a gusto a la sombra, o que quiere desplazarse unos cientos de metros para buscar comida en otro sitio más prometedor.

            Muchos de estos sonidos están codificados en el genoma de los pájaros y conocen su significado ya desde su nacimiento, pero también son capaces de adquirir y transmitir conocimiento por medio del canto bajo ciertas circunstancias. Un ejemplo de canto primitivo e instintivo se da cuando una grajilla ve ondear entre las manos de su criador (o cualquier otro ser) un objeto negro que le recuerde a una de sus compañeras, en estos casos el ave se lanza furiosa a atacar a lo que sea que está sujetando el objeto mientras emite un sonido estridente y agresivo. A continuación todas las grajillas de alrededor le siguen el paso, picoteando y gritando al supuesto agresor que a partir de ese momento será un enemigo reconocido por el grupo. El objeto de esta reacción es indudablemente proteger a los individuos de su misma especie que estén en peligro. La misma función se encuentra también en otros córvidos, como cornejas, urracas y cuervos. Junto a esta función de defensa del compañero surge otra función nueva aún más importante gracias a la cual el ave joven e inexperta recibe, en forma de tradición, el conocimiento de los animales que son de temer. Nótese bien que se trata de un conocimiento realmente adquirido, no de un instinto, porque cuando una grajilla joven escucha a una más vieja y experta chirriar a un enemigo aprende al instante que no debe acercarse a él.

            Pero Konrad Lorenz no siempre estaba hablando con los animales, también se sentaba a observarlos interactuar entre ellos sin la intervención humana. Uno de estos animales fueron sus peces Herichthys cyanoguttatus, que al parecer tienen relaciones bastante comprometidas parecidas a las de las aves o mamíferos que «contraen matrimonio». Esto lo averiguó en un acuario con dos hembras y dos machos. Cuando llega la época de la reproducción los machos se esmeran en la construcción de un refugio para sus futuros retoños, y debe ser lo suficientemente impresionante para gustarle a una hembra, además establecen los límites de su terreno explorando fuera de su fortaleza hasta los límites de la del enemigo. Pues bien, en este acuario había un pez de estos guapotes y fuertes que consiguió a la hembra más bellas de las dos, el otro que era más modesto intentaba conquistarla paro se tuvo que conformar con la otra. Cuando ya estaban las parejas asignadas y dispuestas para tener pececitos no se le ocurrió otra cosa a Lorenz que cambiar las parejas a ver que ocurría. Cuál fue su sorpresa cuando el pez hermoso se comportó grosero con la impostora y el pez modesto acogió con gusto a la otra hembra. El segundo macho comprendió de alguna manera que había ganado con el cambio, se dio cuenta de la maniobra.

            Más interesante que los comportamientos maritales es la capacidad de discernimiento que son capaces de desarrollar cuando se trata del cuidado de las crías. Los pececitos ya nacidos se aventuran fuera del nido y cuando llega la hora de retirarse los padres los toman en la boca para llevarlos al nido, la cría como acto reflejo contrae la vejiga natatoria y cae al fondo cuando su padre abre la boca de nuevo. En una de estas ocasiones en que los padres recogen a los hijos le ocurrió a un pez que capturó al mismo tiempo un trozo de comida y a uno de sus retoños, en esa situación el pez no podía tragar porque acabaría con la cría, pero si soltaba la comida quién sabe cuando aparecería más. En esta encrucijada se encontraba el pez cuando ocurrió algo increíble digno de admiración: el pez escupió todo lo que tenía en la boca, el pececito cayó hasta el fondo y en cuanto el trozo de gusano empezó a flotar el padre lo capturó sin prisa vigilando a su hijo. Después de tragar contento se metió al pececito en la boca y lo llevó al nido. Un pez, de los que se ha dicho que tienen memoria de tres segundos y que son de los menos inteligente, fue capaz de resolver un conflicto de ese calibre en apenas unos segundos.


            Sin necesidad se llegar a un nivel tan alto de compenetración como al que llega Lorenz con los animales, todas las chapuzas que te hagan en casa con sus gruñidos, graznidos, olores, excrementos o arañazos quedan de sobra compensadas cuando uno es capaz de comunicarse con ellos y entender el por qué de sus acciones.

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