miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Comer o esconderse? Cómo afecta la turbidez en la percepción del riesgo en peces marinos.

Ander E. Hernández Plágaro

        En el agua los animales se guían por señales químicas y visuales para orientarse y detectar depredadores (o presas), estas señales difieren en cuanto a fiabilidad y disponibilidad: las señales visuales son seguras en cuanto a la información ofrecida, pero pueden ser confusas o irrelevantes cuando hay mucha vegetación o el agua está turbia. Las señales químicas, a pesar de estar siempre disponibles, pueden ofrecer información incierta, porque lo que se huele puede haber pasado hace horas o estar detrás de ti a punto de comerte.

            ¿Pero, qué pasaría si los peces no pudieran ver a su alrededor? Esto es lo que se preguntaba un grupo de investigadores de la Universidad de Saskatchewan, Canadá, que utilizaron un pececillo que habita la Gran barrera de coral para su estudio, el Acanthochromis polyacanthus. Se fijaron en un ambiente así porque los arrecifes de coral vienen soportando mucho estrés debido al crecimiento de las poblaciones humanas en las zonas costeras. La actividad humana cercana a los arrecifes ha resultado en un aumento de la turbidez del agua, un ambiente en el que las principales fuentes de información son la vista y el olfato. Tenían la hipótesis de que cuando el agua se volvía mas opaca los peces dejaban de fiarse de sus ojos para guiarse por su sentido del olfato (o gusto, dependiendo de cómo se mire).

            Para demostrar su hipótesis mantuvieron a varios peces dentro de tanques con distintas condiciones de turbidez, y descubrieron que cuanto más opaca era el agua más quietos se estaban los peces. Después, a cada pez se le envió una señal química distinta. Cada una de estás tres señales indicaba un nivel creciente de peligro: la primera señal era agua de mar, la segunda era una alarma débil y la tercera era extracto de piel de A. polyacanthus; lo que podría indicar que un depredador estaba cazando cerca y uno de sus compañeros había sido herido. Al mismo tiempo de la liberación de estas señales se administraba en los acuarios una pequeña ración de Artemia (crustáceos que se usan como alimento para peces planctófagos como estos) para determinar si los peces salían a comer o preferían quedarse en su refugio y evitar enfrentarse a un depredador.

          A continuación están los resultados de este experimento: cada uno de los tres gráficos indica las distintas condiciones de turbidez del agua, dispuestos según aumentan las partículas flotantes. Las barras blancas representan la primera señal, las grises la segunda y las oscuras de tercera. En el eje de ordenadas queda representado el cambio en el movimiento de los peces, que disminuye notablemente en las tres condiciones de turbidez cuando se libera la señal de alarma máxima. Además, la respuesta de los peces cuando veían muy poco fue mayor que cuando el agua era más clara.

        Parece razonable pensar que la hipótesis de la compensación sensorial es verdadera, ya que los peces hicieron aún más caso a su olfato que a sus ojos cuando el agua no les dejaba ver a su alrededor. Todos se refugiaron en lugar de salir a comer ante la posibilidad de ser comidos por un depredador invisible.
  

         Otra conclusión podría ser que aunque en los ambientes marinos la turbidez aumente debido a la actividad humana, algunos peces como A. polyacanthus aumentarán la dependencia de señales químicas para huir de depredadores de forma efectiva. De todas maneras los depredadores podrían hacer lo mismo, comenzando una carrera armamentística que determinaría cual de los dos es capaz de correr más rápido para comer o evitar ser comido.

            Fuente: Susannah M Leahy, Mark I McCormick, Matthew D Mitchell and Maud C O Ferrari; To fear or to feed: the effects of turbidity on perception of risk by a marine fish; Biol Lett (2011) 7, 811-813.

No hay comentarios:

Publicar un comentario